Es tan simple como pausar, respirar a conciencia para desde ese lugar, decidir cuáles de los 50.000 pensamientos que tenemos por día vamos a encender: los positivos o los negativos. Si queremos tener una vida saludable y plena hay que empezar por educar la mente, repiten a diestra y siniestra médicos como el psiquiatra infantojuvenil Cristian Plebst, empeñado en hablar del potencial humano ilimitado. Bajando el volumen de las ideas que nos enferman (predominantes) y subiendo el sonido de aquellos pensamientos edificantes que nos conducen a la tranquilidad y equilibrio.
La actitud mental positiva no es genética, es una práctica. La neuróloga Lorena Llobenes, docente, instructora de mindfulness, apasionada por unir la ciencia con la espiritualidad, ya explicaba hace varios años, que los avanzados estudios de las neurociencias dan acabadas muestras de los beneficios que experimentamos si, a través de prácticas como la meditación, logramos salir de la mente inconsciente, repetitiva, negativa que suele activarse en automático, y redireccionar la atención al aquí y ahora para posarla en aquellos aspectos de la experiencia que nos gratifican (como la gratitud, el contentamiento o la amabilidad).